
Esperaban que Marcelo Salas saliera al paso de la vicisitud de la quiebra de la U con dotes de superhéroe. Creían que el 11 de los azules vociferaría sin titubear que continuaba en la Universidad de Chile. Que su amor eterno por los colores azules quedaría refrendado con la firma del contrato, sin excepciones ni dilaciones. Nada de eso, una vez más el goleador histórico de la selección chilena sorprendió. Se manifestó renuente a entregarse a la coyuntura de su equipo, a los avatares de su cuadro, a la arenga en tiempos de guerra, si se quiere, al ¡síganme los buenos del chapulín colorado!, já. Marcelo Salas, en una demostración más de su trayectoria, pretende que se le respete a él y a todo quien se dedique al fútbol, jugándolo profesionalmente. El Matador señala entre líneas que desea que por treinta días trabajados tenga la remuneración correspondiente, que lo obliga y lo hace acreedor de sus derechos. Marca el camino y no espera comparaciones.